Me presento

Soy Joel, un transexual, es decir, un chico atrapado en el cuerpo de una chica. Mi objetivo al escribir en éste blog no es más que el desahogo, me siento perdido, no conozco a nadie en mi misma situación. Hasta hace muy poco, pensaba que era una mujer lesbiana, pero no es así, pues me siento un hombre aunque mi cuerpo se empeñe en recordarme día tras día que físicamente no lo soy. Soy una persona solitaria, no me gusta salir de fiesta, prefiero una buena sesión de cine y las tardes en casa, disfrutar de la lectura y de muchas otras cosas que os haré saber a través de este diario. No pretendo molestar ni ofender a nadie, pero si alguna de mis entradas lo hace os ruego que me lo comuniquéis y será eliminada de inmediato.

jueves, 28 de enero de 2010

No a la violencia



Anoche estuve leyendo la historia de Roberto, que me impactó tanto que hoy quiero compartirla con todos vosotros.
Roberto era un chico transexual de Madrid, al que dos mujeres sin escrúpulos arrebataron la vida.
Las dos asesinas se instalaron en casa de Roberto en el año 2.006, cuando el hombre estaba en pleno proceso de hormonación. En el 2.007 las dos mujeres empezaron a encerrar a Roberto en casa, a humillarlo, aprovechando el rechazo que sentía Roberto hacia su propio cuerpo para vejarlo y reírse de él. Le desnudaban y le grabavan en vídeo y también le obligaron a vestir con ropa femenina.
Roberto intentó echarlas de su casa en varias ocasiones, en vano, incluso las asesinas le obligaron a firmar un documento en el que las autorizaba a vivir en su casa hasta que consiguieran vivienda propia, y prometiéndole 1.200 euros a una de ellas.
Los vecinos escuchaban golpes y gritos que provenían del domicilio de Roberto, y veían al hombre cada día más taciturno, desnutrido y sucio, con lesiones sin curar.
El triste final sucedió el 1 de Septiembre del 2.007, cuando Roberto muere sobre un frío colchón en el suelo de una habitación. Le encontraron desnudo y sucio, con un traumatismo craneal y diversos hematomas.
A las ASESINAS, Dolores R.N. y Ainoa N.B. les piden 25 años de cárcel.

Es una historia muy triste. Demasiado fuerte. ¿Por qué ocurren?. ¿Por qué existe gente así, capaz de matar?.

Me entristece muchísimo, no sólo la historia de Roberto, sino la de cualquier persona maltratada, asesinada, violada, sea del sexo que sea o de la condición que sea. Se me parte el alma cada vez que veo en televisión un nuevo caso...

Cadena perpetua para los autores de semejantes barbaridades.




lunes, 25 de enero de 2010

Pensando...

Este fin de semana apenas he salido de casa. El sábado escribí aquí mis primeras letras, después de hacer la compra en un supermercado que hay muy cerquita de donde vivo. La tarde la pasé tranquilo, mirando una película y navegando por unos cuantos blogs. Hay algunos que me gustan y me he hecho seguidor de ellos. Y el domingo, bajé a desayunar a una cafetería y después, de nuevo me encerré en casa, a leer, ver otra película, y a pensar...
Pensé en ella, digamos que se llama Elena.
A Elena la conocí hace cuatro años, a través de una amiga.
Una noche, esa amiga me insistió en salir, porque había quedado con esa chica, y más gente, y decía que me iba a venir muy bien salir. Yo no tenía ningún interés, además, por entonces estaba pasando por una especie de depresión y no me sentía bien. Pero al final, me convenció y la acompañé.
Cuando llegamos y me presentaron a Elena... bueno, en ese momento sentí algo que recorría mi cuerpo. Era preciosa. Y no es que fuese una mujer despampanante, de esas que te hacen girar la cabeza para mirarlas... no, la belleza de Elena, era serena, sencilla, dulce. Tenía un precioso cabello largo y rizado, era pequeñita, menuda, y sus ojos tenían una expresión sincera y algo triste, cosa que me llamó mucho la atención.
Entre los dos surgió algo especial esa noche, pues tanto en el restaurante al que fuimos a cenar, como de copas, Elena y yo no dejábamos de mirarnos y estábamos muy juntos todo el tiempo.
Tras aquella noche, volvimos a quedar en varias ocasiones, y así nos fuimos conociendo, aunque siempre quedábamos con más gente. Yo notaba que le gustaba, que sentía una fuerte atracción hacia mí, pero tenía miedo y temía que tan sólo fuera una percepción mía, producto de mi enamoramiento y de mi imaginación. Pero una tarde, hablando, descubrimos que nos gustaba mucho escribir a ambos, así que comenzamos a escribirnos cartas. Éramos amigos, y jamás pensé que iba a fijarse en alguien como yo... un chico encerrado en el cuerpo de una chica poco masculina.
Pero nuestras cartas, aún siendo de amistad, eran especiales. Me decía unas cosas sobre ella y yo que... era evidente que estaba enamorándose de mí, como yo ya lo estaba de ella. Además, llevábamos quedando a solas varios días, y muchas veces nuestros ojos se perdían en los del otro...
Una tarde salí del trabajo dispuesto a confesarle mis sentimientos, así que le escribí una carta en la que me declaraba. Era una carta larga en la que le decía que la amaba, que jamás había sentido algo tan fuerte por nadie.
Era la primera vez que hacía algo así, y aunque sabía que ella había tenido varias relaciones con hombres, estaba seguro casi al cien por cien de que Elena sentía algo por mí.
Su respuesta tardó unas horas en llegar, pero llegó. Me escribió un mensaje en el que me decía que no podíamos romper esa amistad, que no lo estropeáramos y que lo dejásemos todo así. Me dolió, y me pasé la noche llorando, pero no estaba dispuesto a perderla como amiga, así que al día siguiente le envié otro mensaje y le dije que no se preocupara, que por encima de todo, estaba nuestra amistad.
Pero ella cada día me escribía mensajes, desde el trabajo, desde casa de su hermana cuando iba a visitarla, desde cualquier parte. Y una mañana, me propuso quedar para comer juntos e ir a pasear por la ciudad. Yo aquél día estaba bastante avergonzado porque ahora ella ya sabía que estaba perdidamente enamorado, pero la felicidad me embriagaba, así que la pasé a recoger y nos fuimos por ahí.
Esa tarde, ella me dijo que aunque no quería reconocerlo y se había auto-engañado, desde que me conoció se sintió muy atraída por mí, y después, al conocerme más, se había enamorado. Me pidió paciencia con ella, pues era la primera vez que estaba con alguien como yo y tenía miedo.
Pero ese miedo se esfumó rápidamente cuando nos besamos por primera vez, a las horas. Yo estaba que no cabía en mí. Ella temblaba entre mis brazos y estaba totalmente entregada a mis besos.
Iniciamos una relación clandestina, claro, pues a ojos de los demás éramos una pareja de chicas, y ella no quería que nadie se enterara.
Poco a poco fui conociéndola más, y aunque cada vez me gustaba más y estaba más loco por ella, las cosas que me explicaba me dolían mucho. Por ejemplo, me contaba que pocos años antes había tenido muchas relaciones de una noche con cualquier chico que conocía en la discoteca. Y que en realidad no le gustaba nada pero se veía obligada a hacerlo. Me decía que no sabía porqué lo hizo, pero que estuvo muchos años así. Después tuvo varias relaciones relativamente largas en las que no se sentía cómoda.
También hacía cosas extrañas. Cuando salíamos, la llamaban mucho al móvil, ella decía que eran amigas, pero a mí no me cuadraba demasiado, además, ella solía ir al baño un montón de veces y ahora sé que era para hablar por teléfono. Tampoco me cuadraba que estuviera siempre liada con mil cosas, la mayoría quedar con gente sin darme una mínima explicación. Siempre andaba con ojeras, medio enfadada y a mí empezó a tratarme fatal. Me hacía unas cosas que no voy a contar aquí, pero cualquiera la hubiera mandado a tomar viento mucho antes. Eso sí, cuando teníamos relaciones sexuales estaba genial, y la verdad es que cada vez que hacíamos el amor era como si fuera a acabarse el mundo. Pero eso contrastado a la actitud que tenía conmigo empezó a preocuparme. Cuando no lo hacíamos, me trataba fatal, como a una porquería, me decía que si la quería tenía que aceptarla como era y hacer lo que ella dijera. Yo empecé a echar de menos a esa Elena del principio, cariñosa, dulce, que se perdía en mis ojos en cualquier instante. Ahora solamente se perdía en mí cuando estábamos en la cama, y eso no me gustaba.
Nunca me daba ninguna explicación de nada, por ejemplo, decía que tenía que ir al hospital y no me dejaba ir con ella, y si insistía un poco, porque realmente me preocupaba, empezaba a insultarme.
La gente me decía que eso no era normal... Que algo ocultaba. Y era cierto, pues no me explicaba apenas nada de su vida, cuando antes de empezar a salir, me lo contaba todo. Bueno, al menos, eso creía yo.
Un fin de semana entero que pasamos juntos, lo pasamos genial, aunque yo ya tenía la mosca detrás de la oreja, pues ella también estaba entre mosqueada y triste. Pero puertas para adentro, ella se entregaba a mí, y parecía que todo estaba bien... y yo, que estaba locamente enamorado de ella, me dejaba llevar y se me olvidaba todo lo malo.
Cuando regresamos a casa ese domingo por la noche, ella ya estaba mal de nuevo. Y se pasó días sin cogerme el teléfono y sin responder a mis mensajes. Hasta que a mitad de semana, fue ella la que me llamó para decirme que cortábamos y que no la buscara. Así, sin más.
Me destrozó de verdad, lo pasé muy mal porque no podía olvidarla ni siquiera odiarla por haberme dejado de esa forma. Así pasaron los meses y, a través de mi amiga supe que Elena se había introducido en otros ambientes y salía, simultáneamente, con diferentes personas...
Lo único que sé a día de hoy, es que aún me recuerda. Y eso lo sé porque se lo explicó a una amiga de mi amiga, sin saber que se conocían entre ellas.
Yo la verdad, y lo digo desde el corazón, ya no estoy enamorado de ella, pero me produce una gran lástima, porque sé que no está bien.
He deseado contarlo porque por estas fechas ha sido su cumpleaños, y porque sufrí mucho por ella.



sábado, 23 de enero de 2010

No sé quién soy



Hola a todos. Soy un chico de Barcelona, un chico encerrado en el cuerpo de una chica.
Hasta hace muy poco estaba perdido... No sabía lo que era realmente, sencillamente, pensaba que era una chica lesbiana.
Siempre he sido diferente a los demás, tanto chicas como chicos, y por ese motivo, he sido una persona solitaria. De niño no encajaba con nadie. Mi aspecto físico era el de una niña, una preciosa niña además, pero no me sentía a gusto entre ellas, con sus juegos que por aquél entonces me parecían estúpidos. Todas querían jugar con muñecas, a la comba, a la goma... Y a mí eso no me atraía lo más mínimo. Pero, por otro lado... los juegos violentos de niños tampoco me gustaban. Siempre me llevaba más de un pelotazo, porque era muy torpe jugando a baloncesto o a fútbol en clase de educación física, así que desistí de ello.
A mí, lo que me gustaba, era jugar a hacer castillos, a caballeros y princesas. Yo, por supuesto, era el príncipe que rescataba a una princesa imaginaria y me la llevaba a la torre que me había construido. Siempre jugaba solo. No tenía amigos y, como mucho, jugaba con mis primos cuando nos juntábamos en casa de mi abuela. Como eran más pequeños, hacían lo que yo les decía, y no les parecía nada raro que yo siempre hiciera de chico.
Las niñas me gustaron desde que tengo uso de razón. Un día, le vi sin querer los genitales a mi primo y estuve muchos días triste, pensando. Pensaba que él tenía mucha suerte, porque de mayor tendría novia y a mí, sin embargo, no me querría ninguna chica porque, de cintura para abajo, no era como mi primo. Eso me duró muchísimo tiempo.
Con la llegada de la pubertad, me desarrollé, pero al tener un cuerpo delgado y de caderas estrechas, podía disimular mi cuerpo femenino.
Después, llegó la hora de conocer chicas... Al considerarme lesbiana, empecé a frecuentar bares de ambiente lésbico. Y ahí fue cuando me dí cuenta de que con ellas... tampoco encajaba.
Yo era de otra manera, yo quería otra cosa, yo... no era mi ambiente.
En cuanto al terreno sexual... no sé cómo explicarlo, pero siempre me he sentido a gusto con chicas que se consideraban heterosexuales, pero decían que yo les gustaba, que era diferente.
Espero que alguien me escuche.