Me presento

Soy Joel, un transexual, es decir, un chico atrapado en el cuerpo de una chica. Mi objetivo al escribir en éste blog no es más que el desahogo, me siento perdido, no conozco a nadie en mi misma situación. Hasta hace muy poco, pensaba que era una mujer lesbiana, pero no es así, pues me siento un hombre aunque mi cuerpo se empeñe en recordarme día tras día que físicamente no lo soy. Soy una persona solitaria, no me gusta salir de fiesta, prefiero una buena sesión de cine y las tardes en casa, disfrutar de la lectura y de muchas otras cosas que os haré saber a través de este diario. No pretendo molestar ni ofender a nadie, pero si alguna de mis entradas lo hace os ruego que me lo comuniquéis y será eliminada de inmediato.

lunes, 25 de enero de 2010

Pensando...

Este fin de semana apenas he salido de casa. El sábado escribí aquí mis primeras letras, después de hacer la compra en un supermercado que hay muy cerquita de donde vivo. La tarde la pasé tranquilo, mirando una película y navegando por unos cuantos blogs. Hay algunos que me gustan y me he hecho seguidor de ellos. Y el domingo, bajé a desayunar a una cafetería y después, de nuevo me encerré en casa, a leer, ver otra película, y a pensar...
Pensé en ella, digamos que se llama Elena.
A Elena la conocí hace cuatro años, a través de una amiga.
Una noche, esa amiga me insistió en salir, porque había quedado con esa chica, y más gente, y decía que me iba a venir muy bien salir. Yo no tenía ningún interés, además, por entonces estaba pasando por una especie de depresión y no me sentía bien. Pero al final, me convenció y la acompañé.
Cuando llegamos y me presentaron a Elena... bueno, en ese momento sentí algo que recorría mi cuerpo. Era preciosa. Y no es que fuese una mujer despampanante, de esas que te hacen girar la cabeza para mirarlas... no, la belleza de Elena, era serena, sencilla, dulce. Tenía un precioso cabello largo y rizado, era pequeñita, menuda, y sus ojos tenían una expresión sincera y algo triste, cosa que me llamó mucho la atención.
Entre los dos surgió algo especial esa noche, pues tanto en el restaurante al que fuimos a cenar, como de copas, Elena y yo no dejábamos de mirarnos y estábamos muy juntos todo el tiempo.
Tras aquella noche, volvimos a quedar en varias ocasiones, y así nos fuimos conociendo, aunque siempre quedábamos con más gente. Yo notaba que le gustaba, que sentía una fuerte atracción hacia mí, pero tenía miedo y temía que tan sólo fuera una percepción mía, producto de mi enamoramiento y de mi imaginación. Pero una tarde, hablando, descubrimos que nos gustaba mucho escribir a ambos, así que comenzamos a escribirnos cartas. Éramos amigos, y jamás pensé que iba a fijarse en alguien como yo... un chico encerrado en el cuerpo de una chica poco masculina.
Pero nuestras cartas, aún siendo de amistad, eran especiales. Me decía unas cosas sobre ella y yo que... era evidente que estaba enamorándose de mí, como yo ya lo estaba de ella. Además, llevábamos quedando a solas varios días, y muchas veces nuestros ojos se perdían en los del otro...
Una tarde salí del trabajo dispuesto a confesarle mis sentimientos, así que le escribí una carta en la que me declaraba. Era una carta larga en la que le decía que la amaba, que jamás había sentido algo tan fuerte por nadie.
Era la primera vez que hacía algo así, y aunque sabía que ella había tenido varias relaciones con hombres, estaba seguro casi al cien por cien de que Elena sentía algo por mí.
Su respuesta tardó unas horas en llegar, pero llegó. Me escribió un mensaje en el que me decía que no podíamos romper esa amistad, que no lo estropeáramos y que lo dejásemos todo así. Me dolió, y me pasé la noche llorando, pero no estaba dispuesto a perderla como amiga, así que al día siguiente le envié otro mensaje y le dije que no se preocupara, que por encima de todo, estaba nuestra amistad.
Pero ella cada día me escribía mensajes, desde el trabajo, desde casa de su hermana cuando iba a visitarla, desde cualquier parte. Y una mañana, me propuso quedar para comer juntos e ir a pasear por la ciudad. Yo aquél día estaba bastante avergonzado porque ahora ella ya sabía que estaba perdidamente enamorado, pero la felicidad me embriagaba, así que la pasé a recoger y nos fuimos por ahí.
Esa tarde, ella me dijo que aunque no quería reconocerlo y se había auto-engañado, desde que me conoció se sintió muy atraída por mí, y después, al conocerme más, se había enamorado. Me pidió paciencia con ella, pues era la primera vez que estaba con alguien como yo y tenía miedo.
Pero ese miedo se esfumó rápidamente cuando nos besamos por primera vez, a las horas. Yo estaba que no cabía en mí. Ella temblaba entre mis brazos y estaba totalmente entregada a mis besos.
Iniciamos una relación clandestina, claro, pues a ojos de los demás éramos una pareja de chicas, y ella no quería que nadie se enterara.
Poco a poco fui conociéndola más, y aunque cada vez me gustaba más y estaba más loco por ella, las cosas que me explicaba me dolían mucho. Por ejemplo, me contaba que pocos años antes había tenido muchas relaciones de una noche con cualquier chico que conocía en la discoteca. Y que en realidad no le gustaba nada pero se veía obligada a hacerlo. Me decía que no sabía porqué lo hizo, pero que estuvo muchos años así. Después tuvo varias relaciones relativamente largas en las que no se sentía cómoda.
También hacía cosas extrañas. Cuando salíamos, la llamaban mucho al móvil, ella decía que eran amigas, pero a mí no me cuadraba demasiado, además, ella solía ir al baño un montón de veces y ahora sé que era para hablar por teléfono. Tampoco me cuadraba que estuviera siempre liada con mil cosas, la mayoría quedar con gente sin darme una mínima explicación. Siempre andaba con ojeras, medio enfadada y a mí empezó a tratarme fatal. Me hacía unas cosas que no voy a contar aquí, pero cualquiera la hubiera mandado a tomar viento mucho antes. Eso sí, cuando teníamos relaciones sexuales estaba genial, y la verdad es que cada vez que hacíamos el amor era como si fuera a acabarse el mundo. Pero eso contrastado a la actitud que tenía conmigo empezó a preocuparme. Cuando no lo hacíamos, me trataba fatal, como a una porquería, me decía que si la quería tenía que aceptarla como era y hacer lo que ella dijera. Yo empecé a echar de menos a esa Elena del principio, cariñosa, dulce, que se perdía en mis ojos en cualquier instante. Ahora solamente se perdía en mí cuando estábamos en la cama, y eso no me gustaba.
Nunca me daba ninguna explicación de nada, por ejemplo, decía que tenía que ir al hospital y no me dejaba ir con ella, y si insistía un poco, porque realmente me preocupaba, empezaba a insultarme.
La gente me decía que eso no era normal... Que algo ocultaba. Y era cierto, pues no me explicaba apenas nada de su vida, cuando antes de empezar a salir, me lo contaba todo. Bueno, al menos, eso creía yo.
Un fin de semana entero que pasamos juntos, lo pasamos genial, aunque yo ya tenía la mosca detrás de la oreja, pues ella también estaba entre mosqueada y triste. Pero puertas para adentro, ella se entregaba a mí, y parecía que todo estaba bien... y yo, que estaba locamente enamorado de ella, me dejaba llevar y se me olvidaba todo lo malo.
Cuando regresamos a casa ese domingo por la noche, ella ya estaba mal de nuevo. Y se pasó días sin cogerme el teléfono y sin responder a mis mensajes. Hasta que a mitad de semana, fue ella la que me llamó para decirme que cortábamos y que no la buscara. Así, sin más.
Me destrozó de verdad, lo pasé muy mal porque no podía olvidarla ni siquiera odiarla por haberme dejado de esa forma. Así pasaron los meses y, a través de mi amiga supe que Elena se había introducido en otros ambientes y salía, simultáneamente, con diferentes personas...
Lo único que sé a día de hoy, es que aún me recuerda. Y eso lo sé porque se lo explicó a una amiga de mi amiga, sin saber que se conocían entre ellas.
Yo la verdad, y lo digo desde el corazón, ya no estoy enamorado de ella, pero me produce una gran lástima, porque sé que no está bien.
He deseado contarlo porque por estas fechas ha sido su cumpleaños, y porque sufrí mucho por ella.



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